Alfonso Quejada, o Quijano, más
conocido como El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, muere al finalizar
la obra de Cervantes. No es esto en sí un gran spoiler para quien no haya leído
el libro, porque la verdad es que es lo menos importante de esa obra. Lo
interesante son todas las aventuras que suceden a lo largo de los dos libros: la primera y la segunda parte.
Leí ese libro por primera vez
cuando estaba en primer año de la facultad y cursé Literatura Española I. A
pesar de haberlo leído apurada por los plazos para rendir el trabajo práctico y
luego el parcial, recuerdo estar tirada en el sillón de casa riéndome a
carcajadas de las aventuras del pobre Quijote y Sancho. Desde el principio,
nomás, cuando pretende que un ventero lo arme caballero o cuando confunde a las
mujeres de la posada con doncellas de un castillo. La alteración del mundo real
al mundo imaginado por Don Quijote es lo que produce la risa. La más conocida
de estas alteraciones es la de los molinos de viento que él cree que son
gigantes. Leí el libro por segunda vez para preparar el examen final, en el
verano, en la playa. Lo bueno de estudiar letras es que leer en una playa
tomando sol también es estudiar, aunque los padres muchas veces no comprendan
del todo esto. Recuerdo esa segunda lectura del libro. Tomando sol, disfrutando
de la arena y del río y riendo nuevamente con las aventuras de este caballero
andante.
Hace unas semanas, leí la nota
del lanzamiento de “Quijote Exprés”. ¿Qué es el Quijote Exprés? Es una novela,
que debe tener unas cuatrocientas páginas y que es… Es difícil de explicar. Su
“autor”, un tal Mario Paoletti, explica que es “una versión del Quijote que se
pueda leer en la playa”, tal como titulaba la nota de la Revista Ñ en la que me
enteré de la existencia de este libro. Ahí nomás pensé: “¡Pero si yo leí el
Quijote de Cervantes en la playa lo más bien!”
Sintetizando, la explicación de
Paoletti es que el lector de hoy no está acostumbrado a leer del mismo modo que
el del 1605 y 1615 que son los años de publicación de las dos partes del
Quijote. Estos son los motivos que el autor dice acerca de por qué la novela,
según él, es ilegible para el lector de hoy:
“El texto está sobrecargado, los
tratamientos están en desuso, y además ha cambiado la forma de leer. El lector
medio de hoy no tiene tiempo y lee en el subte, antes de dormir, en las
vacaciones... Yo hice una versión del Quijote que se puede leer en la playa,
como un best seller al uso, atractivo, pero conservando eso que tiene la gran
literatura, no convirtiéndolo en entretenimiento.”
Y ahora, quiero gritar a los
cuatro vientos que…
¡¡¡NO ESTOY DE ACUERDO!!!
Empezando por el primero, he
leído el Quijote en la playa. Siguiendo porque creo que entre los “Best
Sellers” y el Quijote hay una enorme distancia, marcada por la calidad
literaria de la obra. Lo que tiene la obra de Cervantes que no tienen, por
ejemplo, Crepúsculo, Los Juegos del Hambre, Harry Potter, o Cincuenta Sombras
de Grey, es una calidad literaria increíble. Altísima, llena de imágenes,
alegorías, metáforas, expresiones magníficas. Sí, los tratamientos están en
desuso, pero –con cambios que corresponden a los cuatro siglos que nos separan
de Cervantes- la lengua es la misma y sigue siendo entendible. De hecho
considero que más que una desventaja, el uso de tratamientos antiguos es una
ventaja, nos ayuda a ampliar el vocabulario y conocer nuevas expresiones.
¡Vamos, que la mayoría de los refranes que dice Sancho Panza aún se utilizan!
De todos modos, y pese a mi
resistencia. Me obligué a leer el Quijote Exprés. No, no lo compré, decidí
leerlo en una librería. Fui a un local del Ateneo, en donde uno puede sentarse
a leer un libro sin necesidad de comprarlo, tomé un ejemplar de esa obra y me
senté a leer.
“En un lugar de la Mancha de cuyo
nombre no quiero acordarme...”
Comenzaba igual, y no cambiaba
demasiado al de Cervantes hasta llegar al momento de la descripción del
hidalgo. No lo describía más que con una oración rápida en donde aclaraba entre
paréntesis que comía poco y barato. En dos páginas, completaba el primer
capítulo. ¿Cómo lo lograba? Mutilando cruelmente y sin piedad las
descripciones.
¿Y qué es el Quijote sin
descripciones? No es más que la historia de un loco. No tiene la calidad, no
tiene la magia que posee Cervantes. Y si bien amo a Don Quijote, luego de leer
dos capítulos, el libro me pareció aburridísimo.
Viendo que no iba a terminar de
leerlo, decidí hojearlo y buscar algunas aventuras particulares. La estructura
se repetía en toda la obra: frases similares a las de Cervantes, con términos
más actualizados en pocas ocasiones y resumiendo descripciones de media página
en dos palabras.
¡Una masacre horrorosa!
Paoletti volvió a matar al
Quijote, de un modo mucho más cruel que el que utilizó Cervantes. Lo acuchilló
por la espalda sin darle posibilidad de defenderse. Un verdadero crimen. Le
quitó toda su grandeza.
Y yo me pregunto, ¿por qué eso no
es un plagio? El argumento es el mismo. Lo que Paoletti escribió puede, en el
mejor de los casos, considerarse como un intermedio entre un resumen de
Wikipedia o El Rincón del Vago y la obra en sí. ¿Por qué es legal que eso se
publique y alguien gane plata a costa del trabajo de otro? Porque el verdadero
trabajo del Quijote lo ha hecho Cervantes, y no ha recibido la retribución
económica que tal vez obtenga Mario Paoletti.
Mi único consuelo es que dudo
muchísimo que algún día ese plagiador (porque yo lo llamaré así aunque nadie
más lo juzgue) sea considerado el padre de la literatura en ninguna lengua y
estoy segura de que, dentro de cuatrocientos años, nadie sabrá quién fue.
Y si el lector de hoy no puede comprender algunas partes de la obra de Cervantes, lo que necesita es más educación en lo que a la literatura respecta. No un libro de menor calidad que la obra considerada la cumbre de la literatura en lengua española.
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