Mi primer día de universidad, la
primera materia que tuve aquel lunes fue Literatura clásica griega y latina.
Jamás olvidaré el momento en el que el profesor subió a la tarima, saludó a los
230 que éramos en ese entonces y acto seguido pidió: “Levanten la mano todos los que vieron la película Troya”. Yo
estaba entre los tres, sí, éramos tres, que nos quedamos con los brazos
apoyados en el banco. Inmediatamente pensé “¡Qué
desastre que soy! Esta tarde llego a casa, la alquilo y la veo esta noche”.
Pero antes de que siguiera con mis planes, el profesor dijo “Ahora, a todos ustedes, les voy a pedir que
olviden esa película para siempre. Destruye la Ilíada y la mitología griega”.
Años más tarde, cuando terminé de leer Percy Jackson y el ladrón del rayo,
imaginé que si aquel profesor no se hubiera jubilado, en unos años estaría
diciendo que levanten la mano todos aquellos que hayan leído ese libro y que
luego lo olviden para siempre.
Toda la opinión que voy a dar
ahora, se basa únicamente en el primer libro de la saga. Porque no he leído los
siguientes, ni sé si seré capaz de hacerlo. El argumento es interesante, y es
evidente que Rick Riordan ha tenido una buena información sobre mitología
griega. Tal vez esto último es lo que más me molesta, que sabiendo de algo, lo
destruya de ese modo. La historia trata de Percy Jackson, un niño de once años
que tiene una severa dislexia y después de encontrarse en las calles de Nueva
York con algunos monstruos, mata al Minotauro y descubre que es un semidiós,
hijo de Poseidón por lo que es enviado al Campamento Mestizo. Este último lugar
es una especie de guardería, refugio o camping de verano para hijos de dioses y
humanos.
El Campamento Mestizo está
dirigido por el señor D, que viene a ser Dionisio… Por algún ridículo motivo
nadie puede decir los nombres de los dioses, aunque la verdad es que Percy los
dice todo el tiempo y no pasa más que un trueno en el cielo y ya está. Pero
retomando a Dionisio, se presenta como un viejo cascarrabias, que está enojado
porque lo han castigado y enviado a dirigir el campamento y no puede tomar
vino, sino solamente Coca-Cola Light.
Y ahí llegó mi primer dolor de estómago, al ver al dios del vino y el
inspirador de las famosas fiestas dionisíacas convertido en una especie de
director de escuela frustrado y malhumorado por tener que soportar a los
adolescentes. ¡Por favor! Si Zeus o el resto de los dioses quieren de verdad
castigar a alguien, pueden hacer cosas mejores… No sé, pregúntenle a Atlas, a
Prometeo o a Tándalo cómo les ha ido ofendiendo a los dioses. Si hay algo que
caracteriza a estas deidades es el ser crueles, despiadados y vengativos. Estar
a cargo de un puñado de adolescentes superdotados durante cien años no es un
castigo digno de los dioses, ni se le acerca. Y lo de la coca light, parece
esos trucos publicitarios de cuando una marca no vende demasiado de un producto
y los incluyen como consumo de un personaje famoso para que los chicos quieran
de eso mismo. Vamos, como que una superproducción de espinaca en Estados Unidos
provocó que Popeye el marino empezara a comerla para adquirir fuerza.
Tampoco es que los dioses se
caractericen por ser obedientes, así que sus castigos suelen ser cosas que no
pueden evitar o de los que no pueden escapar, como ser convertidos en animales
tal como les pasó a Aracné o Calisto (aunque ellas no eran diosas, pero me
sirven para dar ejemplos del tipo de castigos) o estar encadenados a una roca
mientras un águila se come tu hígado cada mañana y este se regenera por sí solo…
O tal vez sostener el mundo en tus hombros. De ninguno de estos castigos se
puede escapar. Pero, realmente, ¿qué impediría a Dionisio mandar al diablo a
esos chiquillos y dejar el Campamento Mestizo? Nada.
Escribir una novela requiere
investigar mucho sobre cada detalle de lo que plantearás. Por lo tanto, si tu
personaje es un niño disléxico no expliques que todos los semidioses son
disléxicos porque su cerebro está preparado para aprender el griego antiguo y
no el inglés, porque realmente para cualquiera que tenga una mínima e
insignificante idea sobre adquisición del lenguaje le sonará absurdo e
inverosímil. Además de que Percy parece aprender griego por sí solo, sin la más
mínima instrucción:
“—Erre es korakas! —replicó Annabeth, y de algún modo entendí que en
griego significaba «¡Anda a dar de comer a los cuervos!», aunque me dio la
impresión de que era una maldición peor de lo que parecía.”
El monte Olimpo… Y aquí me dan
ganas de gritar: ¡¿Rick Riordan qué demonios has hecho?! Quirón le explica a Percy cómo es que el
Olimpo se encuentra en Estados Unidos, más exactamente en el Empire State
Building:
“—El monte Olimpo —dije—. ¿Me está diciendo que realmente hay un
palacio allí arriba?
—Veamos, está el monte Olimpo en Grecia. Y está el hogar de los dioses,
el punto de convergencia de sus poderes, que de hecho antes estaba en el monte
Olimpo. Se le sigue llamando monte Olimpo por respeto a las tradiciones, pero
el palacio se mueve, Percy, como los dioses.
—¿Quiere decir que los dioses griegos están aquí? ¿En… Estados Unidos?
—Desde luego. Los dioses se mueven con el corazón de Occidente.”
Además de que leer que los dioses
viven en Estados Unidos es descontextualizarlos y sacarlos completamente de su
lugar. Ya ni son dioses griegos, sino unos dioses yankees que tienen hijos que
nacen en Estados Unidos pero tienen la mente preparada para aprender griego
antiguo y por eso son disléxicos. Aparte de lo inverosímil que me resulta esto,
me crea un tremendo conflicto ideológico. ¿Estados Unidos es en donde está el
corazón de Occidente? Supongo que para responder esto tendríamos que
plantearnos qué es “el corazón” de la civilización occidental. Pero en mi
opinión, Estados Unidos es uno de los países (o el país) que más domina a los
demás tanto desde la fuerza como desde la inserción de ideología, con el
marketing y la publicidad como herramientas de poder. Pero eso no lo convierte
en el centro de la civilización y lo que pase en ella. Puede serlo desde un
punto de vista comercial, pero culturalmente yo lo ubicaría en Europa. Y sí,
eso también puede ser tan controvertido y abre tanto el tema al debate como
centrarlo en EEUU. Lo más cultural de Estados Unidos me parece el cine, y algo
de literatura… Y curiosamente en Hollywood es en donde se ubica en la saga el
Tártaro.
Y como no quiero expandirme
muchísimo, voy al conflicto central de la historia: a Zeus alguien le robó su
rayo. Se sabe que no ha sido un dios porque ellos no pueden tocar las cosas de
los otros dioses (esto es invención del autor, porque de hecho en uno de los
mitos griegos los otros dioses atan a Zeus a la cama y le quitan el rayo en un
momento que se enojan con él). El robo se produce en el solsticio de invierno y
el rey de los dioses les da tiempo a todos los demás hasta el solsticio de
verano para que su rayo aparezca. Bueno, aquí tengo que suponer que así como
Dionisio toma Coca Cola, Zeus ha estado un buen tiempo bebiendo té de tilo o
algo que relaje… Porque jamás la paciencia fue su mayor virtud. Así que dar
seis meses de tiempo para que alguien le devuelva lo que le han robado es más
propio de la Madre Teresa de Calcuta que de Zeus.
Percy, Annabeth (hija de Atenea)
y Groover, son quienes atraviesan Estados Unidos para ir al Tártaro a recuperar
el rayo, volver al Empire State y dárselo de nuevo a Zeus. Claro que en el
medio ocurren varias aventuras, muchas de ellas más que previsibles desde que
comienzan y en más de una ocasión uno se pregunta si el personaje además de
dislexia tiene un retraso mental… Porque después de encontrarte con varios
monstruos, aceptar entrar a la casa de una desconocida que les ofrece comida y
encima no querer irse, es de idiotas.
La última incoherencia que voy a
criticar, todas las parejas humanas de los dioses parecen saber que el otro era
una divinidad y que sus hijos son semidioses. Sí, los dioses griegos tenían
muchos hijos por allí, pero no todas, de hecho muy pocas de sus parejas sabían
la verdadera naturaleza de ellos. En muchas ocasiones cambiaban su aspecto y
conocían a los humanos como si ellos también lo fueran. Y si bien no es que en
la saga sean padres ejemplares, crearles un campamento en el que los hijos de
los dioses entrenen, me parece una dedicación excesiva para la poca atención
que la mayoría de los dioses les prestaban a sus críos, especialmente si no
habían realizado ninguna hazaña gloriosa.
Más allá de todas las
incoherencias respecto de la mitología griega y algunas cosas bastante
inverosímiles, especialmente cuando trata el tema de la ira y los enojos de los
dioses, la historia es entretenida y si uno no es como yo una persona
quisquillosa y detallista, puede hasta ser interesante. Lo importante, es no
creerse que todo lo que aparece como mitos allí realmente sean aspectos de la
mitología griega.